viernes, 20 de junio de 2008

Moquegua los derrotó

La movilización del pueblo de Moquegua ha logrado detener el impulso represivo del régimen, que hasta amenazaba con cadena perpetua a los dirigentes populares.La unidad compacta de los moqueguanos ha logrado impedir que se desate el instinto fascista de los Alan García, Luis Giampietri, Jorge del Castillo y Agustín Mantilla. Se han visto defraudados los perros guardianes que aconsejaban desalojar a balazos a los manifestantes. Se ha alcanzado, por otra parte, una compensación por el menor ingreso de canon.Todo esto implica un retroceso, una derrota del oficialismo.En los acuerdos alcanzados entre el Ejecutivo y las autoridades y representantes de Moquegua se fijan sumas de dinero que se equiparan a las que Moquegua había perdido por el canon de 2007. Esos fondos se emplearán sobre todo en obras para las áreas más pobres de la región.La victoria moqueguana no tiene sólo un peso monetario.Es el triunfo de una lucha popular, de masas, que cobró ribetes de violencia sólo cuando las autoridades del gobierno central ordenaron sofocar la protesta por medios violentos. La respuesta fue de masas: por eso fue contundente. En mi anterior columna sobre el caso Moquegua tracé el turbio itinerario que sigue siempre el gobierno actual frente a los reclamos colectivos. Primero, no hace caso a las demandas pacíficas; luego, cuando el pueblo se impacienta y protesta, ejerce la represión y plantea que no habrá solución si no cesa la lucha.El tercer acto rutinario es enjuiciar, encarcelar y disparar. Las masas alzadas de Moquegua han impedido hasta ahora que se montara ese tercer acto. Su unión y su lucha convencieron a las autoridades de que no podrían doblegar a los moqueguanos por la fuerza. Su única alternativa era un baño de sangre.Hay que felicitarse de que los activistas de la protesta, que no responden a consignas partidarias ni son terroristas, se comportaran con moderación respecto al general PNP Alberto Jordán y al medio centenar de policías que habían tomado en rehenes, y que supieran aliar la firmeza con la flexibilidad.La moraleja es, una vez más, que una lucha justa, con objetivos claros, triunfa cuando se asienta en el trípode inconmovible: unidad, organización y lucha. En momentos en que se avecina el paro cívico y sindical del 9 de julio, las organizaciones del pueblo deben analizar los hechos de Moquegua y su lección de combate, serenidad y victoria.Otra moraleja es que no hay que temer las bravatas, las amenazas y las calumnias del gobierno.Recordemos todos, además, cómo naufragaron las mentiras de Alan García, quien llegó a afirmar que la lucha de Moquegua era obra de “una pequeña minoría que no respeta la ley”. El presidente es un hombre que no respeta la realidad. Por eso, Moquegua no debe dormirse sobre sus laureles.

Escrito por CÉSAR LÉVANO.

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